Discurso Principe de Asturias

 

 

DISCURSO DE S.A.R. EL PRÍNCIPE DE ASTURIAS

 

Mis primeras palabras son para deciros que la Princesa y yo os damos las gracias de todo corazón por acogernos con tanto afecto, por querer compartir con nosotros, aunque sea tan sólo por unas horas, vuestra alegría y vuestra ilusión al recibir el Premio al Pueblo Ejemplar de Asturias. Un premio que habéis logrado, tras años de unión y de tenaz trabajo, por emprender proyectos sociales y culturales admirables y por conservar tan sabiamente la maravillosa reserva de vida que guarda desde siempre vuestro concejo. Una alegría y una ilusión que sabemos que también han sentido con especial emoción y nostalgia las mujeres y hombres que, nacidos en Sobrescobio, viven lejos de él sin olvidarlo nunca.

Entre los méritos que ha apreciado el Jurado para concederos el Premio, me gustaría resaltar el del respeto e impulso con el que miráis al pasado para utilizarlo de modo creador, para que alimente vuestro deseo de mejorar, para desarrollar acciones sostenibles en las que encauzar vuestro justo anhelo de una vida mejor, para que nunca se pierda vuestro sueño de que quienes os sucedan hereden el patrimonio natural que generación tras generación habéis logrado preservar, como un verdadero tesoro vuestro.

Una defensa del paisaje y una protección del medio ambiente de cuya necesidad ya nos alertó en una preciosa obra, hace más de cien años, un ilustre vecino vuestro del concejo de Laviana, el escritor Armando Palacio Valdés. Ideales que, en un tiempo también lejano, otra personalidad inolvidable con raíces en Sobrescobio, el profesor Fermín Canella, defendió desde su profundo conocimiento y amor por las cosas de Asturias. Así, el lema hermoso, preciso y sugestivo ¿La tierra como era¿, con el que dais a conocer dentro y fuera del Principado a vuestra comunidad, no se pondrá nunca en peligro, y el ayer que merece ser guardado alentará un porvenir lleno de promesas.

Habéis sido capaces de transformar las adversas condiciones que el desarrollo industrial produjo en el campo y vencer al despoblamiento y al abandono de las actividades agrícolas y ganaderas, que en tantas otras zonas han acabado con formas de vida milenarias. La fortaleza de las iniciativas surgidas tras la creación de vuestro Parque Natural de Redes es un modelo de solidaridad, de entrega y de generosidad del que podéis sentiros muy orgullosos. Vuestra tierra, tal como era, mantiene así su sentido y su coherencia.

Os felicitamos también por vuestro afán de trabajar unidos para buscar el bien común. Este ejemplo de convivencia y de compromiso tiene un gran valor y lo queremos poner de relieve. La visión abierta, amplia y comprometida con la que trabajáis da la medida no sólo de la vitalidad con la que os enfrentáis a los retos cotidianos, sino también de la inteligente forma en que habéis llevado adelante los nuevos proyectos económicos, culturales y sociales.

Cuando tantas pruebas difíciles, que a veces nos parecen insuperables, afectan a nuestro planeta; cuando las amenazas del cambio climático se hacen más patentes; cuando a diario somos testigos, víctimas e incluso causantes de la degradación de la naturaleza, actitudes y ejemplos como los vuestros nos llenan a todos de esperanza. También por ello os felicitamos. Por proteger todo aquello que es digno de ser conservado. Por cuidar lo que os identifica y os singulariza. Por mirar al futuro desde el amor a la tradición, a tantas cosas hermosas que otros, antes, han cuidado y mimado para vosotros. Por entender que sin el cuidado del patrimonio natural no es posible seguir avanzando. Por evitar a vuestros hijos una vida que, sin el consuelo y la protección que podemos extraer de las lecciones de la historia y de las costumbres, sería menos esperanzadora y mucho más difícil.

Sois, por todo ello, un pequeño y simbólico, pero fructífero ejemplo de cómo hay que combatir lo que hoy causa tantas preocupaciones en todo el mundo.

Cuando nos vayamos de aquí, de este paisaje y esta comunidad envidiables, regresaremos a la agitada vida diaria, a una vida inmersa en una difícil crisis, que es, en una buena parte, una crisis de valores.

Pero nos iremos de Sobrescobio llenos de esperanza, porque estamos seguros de que sois muy conscientes de que vuestra tarea ejemplar no ha terminado. En vosotros, en vuestras asociaciones, en vuestra defensa de la extraordinaria naturaleza que habéis heredado y que conserváis, mejorándola, hemos visto una de las caras posibles de un futuro más cierto y más seguro, el anticipo de una modernidad más profunda. Sois testimonio fiel de que no es necesario volver atrás, a un modo de vida menos avanzado, para nunca perder la dignidad y la serenidad, sino que es posible conjugar la aspiración a una vida más próspera con el respeto a la tierra. Una vida que depende, sobre todo, del bienestar compartido.

Queremos recordar hoy con profunda gratitud a todos los pueblos y comunidades que han presentado candidaturas al Premio. Recordamos, sobre todo, a los que persiguen desde hace años este galardón con una tenacidad y un interés verdaderamente ejemplares. A todos les animamos a que no decaigan en su propósito, a que sigan trabajando por conseguirlo, en esa sana competencia en la que a fin de cuentas todos ganamos porque el beneficio es conjunto, aunque sólo uno logre el galardón cada año.

Gracias, asimismo, al Jurado por su difícil labor que, un año más, ha ejercido con rigor y con lealtad a los fines que nuestra Fundación quiere lograr con este Premio.

La Princesa y yo ni un solo día olvidamos la querida tierra de Asturias. A ella regresamos siempre con alegría y nos emociona recordar las imágenes inolvidables, de tantos rincones que hemos conocido. Este Premio siempre nos da, como hoy, una nueva oportunidad para profundizar en esos sentimientos y sumar más recuerdos entrañables a nuestra memoria.

Y por último, os animamos a que sigáis avanzando, a que os mantengáis unidos, para que el civismo, el entusiasmo y el esfuerzo sigan siendo faros que iluminen vuestro camino y todas vuestras esperanzas. Os animamos a que nunca dejéis de ser, como se os definió en un libro ya centenario, que firmó precisamente el profesor Canella, instruidos, inteligentes, de sutil ingenio y afable trato, además de laboriosos y sufridos en el trabajo.

Muchas gracias.